La Zarigüeya Animal de Poder tiene una estrategia; jamás combate abiertamente, suele huir o esconderse pero si todo falla, finge su propia muerte. Se tira inmóvil al suelo con la lengua colgando, los ojos vidriosos y de sus glándulas expulsa un olor a putrefacto que crea confusión en el enemigo.
Pone fin al juego de la persecución, no hay diversión para el depredador que se aburre o se queda perplejo ante algo que no esperaba. Cuando este pierde el interés y desiste, ella se levanta y regresa a su árbol a esconderse.
Cuando alguien nos agrede o manipula espera dos cosas: o que nos sometamos a su voluntad o que luchemos por nuestra integridad. Pero si no es ninguna de las dos, dejamos su juego al descubierto. Podemos elegir la no defensa. Podemos mantener la dignidad si no entramos en el juego de quedar herido. El otro pierde la fuerza o el interés y ponemos sus cartas sobre la mesa, haciendo de espejo.
Hacer de espejo es el primer paso en la estrategia de la no defensa. Consiste en verbalizar la estrategia manipuladora del otro, nombrando la emoción con la que trata de hacerlo. Nos hacemos el muerto en ese aspecto, no nos moveremos por ese camino.
La auténtica fortaleza es la interior. Al hacernos vulnerables al exterior, pero no temer los golpes, al no reaccionar a ellos, descubrimos la fuerza interior. Reforzamos lo que combatimos y aquello a lo que nos oponemos, persiste. El secreto es dejar de combatir. El buen uso de defenderse: que precisamente es no defendiéndose.