El Perro Animal de Poder nos habla de la lealtad. Nos es fiel, nos trata constantemente con el cariño y la dulzura del mejor amigo. Nos sirve voluntariamente, siente auténtica devoción a pesar del trato que pueda recibir de cualquiera de nosotros y no es por estupidez, ni es servil por miedo, sino que posee una profunda y compasiva comprensión de los defectos humanos. Su corazón está empapado de una absoluta tolerancia y solo pide ser útil.
No es servilismo o domesticación, es la innata lealtad, es el servicio voluntario, lo que los mueve. El perro vive por y para la mirada y los gestos de su amo, está calado por sus emociones, se hace uno con él y le hace de espejo. Por eso a veces parece que lo comprende todo, como si leyera el pensamiento.
No es exactamente el pensamiento lo que lee, son las emociones; las percibe y las hace suyas. Empatiza completamente con el amo y se adapta a lo que él desee. ¿Qué puede querer un humano de él? En los tiempos pretéritos, que cazara o que cuidara rebaños, hoy quizás defensa, rastreo, o lo que más se les pide; compañía. Aunque da más que simple compañía, da amor incondicional y verdadero. Porque ve lo que nuestra razón nos impide ver de nosotros mismos: nuestra bondad oculta, nuestra unicidad como seres pensantes, nuestra auténtica importancia en el universo.
No podemos ser leales honestamente a los demás, si antes no nos somos leales a nosotros mismos. Si damos más importancia a lo que los demás opinan de nosotros que nuestras opiniones sobre nosotros mismos, actuamos supeditados a la voluntad de otros, nos traicionamos, no actuamos según nuestro criterio sino sobre el criterio ajeno. Aprendamos a sernos fieles, como el perro nos es fiel, aprendamos a ser nuestros mejores amigos que es el requisito previo y necesario para ser fieles a los que nos rodean, y más tarde, a toda la humanidad.
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