El Tótem Abeja habla de la hermandad, un paso más allá de la comunidad o la sociedad. Es la unión total y equilibrada en un todo. Es el vínculo que une al ser humano con sus congéneres cuando abre su corazón y comprende.
Lo primero es entender cómo se estructura un panal. Hay tres tipos de abejas; las dos primeras son interiores; la reina y los zánganos. La reina ocupa las celdas centrales del panal y pone huevos en celdas a su alrededor. Los zánganos son las abejas masculinas que viven en las celdas más periféricas y su única misión es fecundar a la reina. Las dos salen al exterior tan solo para el apareamiento que es en pleno vuelo. Las terceras son exteriores, las obreras, se dedican al trabajo y a la defensa, a alimentar a las larvas y a los zánganos, a construir, limpiar y recolectar.
Imaginemos que la colmena fuera nuestro cuerpo físico estructurado en pequeñas unidades hexagonales, las células. Nuestro centro es el corazón y la conciencia, ambos fecundados por el lado masculino, las ideas de nuestra mente, y las obreras son el lado que vive versado en el exterior, la percepción, el lado femenino; el que nos provee de experiencias y sensaciones que alimentan el pensar que a su vez, fecunda a nuestra conciencia. Un panal simboliza un organismo, como una sociedad hermanada en absoluto equilibrio.
La base de la colmena es la miel, el alimento dulce y brillante, un símbolo solar, el nutriente del entusiasmo y la euforia. La miel es la admiración, la devoción por lo natural, el amor por el mundo que nos rodea. Vivifica nuestro cuerpo con emociones vigorosas. La obrera es esa parte de nosotros que recolecta el amargo polen de las experiencias y fabrica con ellas dorada miel. El panal de rica miel es el corazón abierto en el viejo tronco del árbol que es nuestro cuerpo ajado. Esa parte de nosotros que devuelve el bien por cada mal asumido, que transmuta lo amargo, no lo extiende. Lo amargo deja de circular por el mundo cuando llega a nosotros. Por tanto es esa parte de nosotros que espiritualiza la materia.